these things astonish me beyond words
a veces de observar cómo actúan los que me rodean, o lo poco que he aprendido de mis errores,
me sorprendo de no seguir siendo la niña de seis años que recuerdo ser y siento estar viviendo aún en un kindergarten más grande, más agitado, pero igual de animado a la hora del recreo.
hemos aprendido a aparentar seguridad, a saber disfrazar nuestras decisiones con una retórica que suene madurada, a ordenar nuestros pasos y contener nuestros impulsos,
pero ahí seguimos, en ese patio de la infancia: persiguiéndonos por un poco de atención, por jugar y pasar el rato o para devolvernos esa colleja que tanto nos dolió; tratando de trabar amistad con ese compañero de pupitre que parece enterarse de todo en clase, que tiene esa sonrisa tan agradable o que puede invitarnos a su cumpleaños; riñendo por un lugar en la arena; alardeando de nuestras últimas hazañas; intentando no quedarnos ni los últimos de la fila ni los últimos con la tarea; inventando mil excusas para poder zafarnos de ella; trabando conversación con la serie de moda a la hora del almuerzo; repudiando a quien no conocemos pero parece diferente, es nuevo, es bajo, es raro; ofreciendo el asiento a quien queremos que sí vaya en nuestro viaje; poniéndonos, en fin, nerviosos antes de cada función
sabiendo o, al menos intuyendo, que la función sólo acaba de empezar, que debemos salir afuera, de nuevo, a jugar.