28 octubre 2012

a modo de diario (o en contra de mi olvido)

En períodos de externa impuesta abulia, me encierro en mi cabeza y me condeno a mis demonios. Soy esclava de mis obsesiones y, entonces más que nunca, éstas se aparecen sin que las pueda elegir, monumentales.
Pero siempre se me dan escasos momentos de descanso. Y en esos descubro lo único que hay de cierto y siempre será fuente de mi vida: lo único a lo que aspiro.
Por eso, antes de que este respiro pase y me condene al ostracismo de la locura, quiero dejar aquí plasmado, para mi futuro recuerdo, las bases de mi salud mental:
un buen sueño, un lento despertar, el sol, los amigos, caminar; los buenos amigos, un vaso de vino, las grandes lecturas, una noche bien larga, escribir, bailar; los museos, los parques, avenidas, nuevos amigos, la gente diferente, aprender, una película en el cine, nunca parar, la música, viajar.

24 octubre 2012

Cuestión de orgullo

No me refiero al orgullo y al prejuicio, o al de madre, o a aquel que viene con las cosas bien hechas, no. Me refiero al orgullo que te permite seguir caminando, enérgicamente cada día.

Pues bien, hay que recuperarlo. O más bien, nunca hay que perderlo. Al menos, de vista.

Natural, siempre va conmigo. Pero hace unos días, quizá semanas, que anda desaparecido.
Y hoy de repente me he dado cuenta. ¿Dónde estás orgullo, que no te encuentro? ¿Quién te quitó de mi lado, quién te arrancó de mis entrañas o te mermó así, poco a poco, sin que me diera cuenta?

Nadie, ninguna amenaza abstracta, ningún miedo infundado, ninguna premura, tampoco desasosiego, ninguna mirada encontrada, ni las rechazadas, ni los silencios te deben alejar.

Vuelve orgullo, vuelve. Sin tí, no soy yo. Sin tí, las cuestas son montañas, los días eternos y los fantasmas, pesadillas. Tú eres yo. Surjo de tí. No soy sin tí.

No te dejes acobardar por quien ni te toca ni te concierne.

Vuelve, es cuestión de nosotros.

20 octubre 2012

Creo que cada día profano mis recuerdos, como decía Cortázar, o la Maga, ya no recuerdo. Y es que deseo siempre lo que no tengo, lo que no existe, lo que obsesivamente invento. Y no soy Dios no soydiosnosoydiosnosoydiosni lo intento. Y aqui me tienes prendida. Hace frío. Quiero saltar en el tiempo. Adelante, llegar al cielo. Cada noche, cada noche, me lo digo, me arrepiento. Y hace frío, cada día, más lejano, voy saltando. Raspa la mente, voy volando. Hace frío. Y no soy dios, nunca lo he sido, no hay dios. No lo entiendo. Dios ha muerto, en cada instante, lo recuerdo. Y esa realidad, como esta, es puro aire, se me escapa, sevasevaseva seestáyendo. Hace frío. Es de noche. Ya llega el invierno. Llega ya corriendo.

No somos dioses. Todo está perdido. O está en el viento.

Mira como corre. No soy Dios, no lo entiendo.

08 octubre 2012

Mi afecto, mi alegría

No siempre es así o, debería mejor decir, no siempre lo siento así; pero hoy me pilló la alegría, así, como de refilón y con fuerza, me abrió los ojos, me sopló en el pecho y me empujó a escribir.
Buena casualidad, estando tan solo a dos días de cerrar un ciclo, menos arbitrario que algunos otros, y excusa válida como cualquier otra para mirar en derredor, mirar a contraluz y pensar al revés.

Se acaban los veintisiete y dudo que haya aprendido algo. A veces siento que involuciono, que van apareciendo más piedras en el camino, que tropiezo con todas, repetidas veces, y que poco a poco me voy pareciendo más a los adultos, eso también, que entro en el círculo vicioso de la madurez.
Pero no es cierto del todo. Al menos dos cosas me llevo con el año que se va.
Por un lado, me conozco mejor, me espero, me desespero y quizá quiero más. Ha sido un difícil proceso pues nadie es libre completamente: todos llevamos nuestros demonios, somos sus esclavos, pero conocerlos es lo que nos da alas. Creo que ya vuelo más.
Por otro y sobre todo, he aprendido a valorar a quienes me rodean. Igual siempre fue así. Quizá nuna existió nada más importante que ellos, los demás. Quiero y agradezco al mundo que existan todas esas personas que me rodean y que me dan la única razón para creer que la vida es trascendente: su afecto me desborda.
Y soy, en ese sentido, una gran afortunada. Desearía enumerar a todas y cada una de las personas que, con sus idiosincrasias, constantes gestos y extravagantes modos me llenan la vida, pero esta redacción se convertiría en lo que no es. Mi familia más cercana, mis amigos más antiguos, los más recientes, los de acá y los de allá, los más ocasionales y los más constantes, los de verdad, todos aquellos que me sonríen, que me hacen reir, que me escriben, me llaman, me hablan, me abrazan, me dan su tiempo, y siempre de manera tan generosa, tan desinteresada, natural y eficaz. Todos ellos, mi afecto.

Espero pues, que el año que entra me enseñe a demostrarles con más perfección cuánto los aprecio. Posiblemente no exista medida ni modo perfecto para hacerlo. El afecto tiene sus caminos...
Ojalá este texto sideral sirva, al menos, de intento.