01 abril 2010

el no-ser por ser de un allá


acabas de conocer a alguien y una de las primeras preguntas que surgen es: "y tú, ¿de dónde eres?", como si el lugar de origen fuera a arrojan luz sobre tu personalidad, tus todavía desconocidas debilidades o tus puntos más fuertes.
no pretendo criticar a quien hace este tipo de cuestiones. todos caemos en el ritual. pero lo hacemos por alguna razón y eso es lo que me intriga.

es como si estuviéramos educados a identificarnos y, así, a vivir vinculados, al menos emotivamente, a un lugar; como si ese emplazamiento originario-ya sea real o ficticio- equivaliera a identidad.

sin embargo, cada día más, esta identificación con la tierra se complica. viajamos, nos movemos, nos acercamos o alejamos emocionalmente a diferentes lugares por los que pasamos, nos sentimos ciudadanos del mundo, o, también como reacción a esta aceleración espacio-temporal, añoramos y nos asimos a una mitificada tierra primera.

el viaje, sea como sea, nos hace perder un tanto ese ser original. el cambio de contexto lingüístico-cultural nos ofrece un otro ser que es, por contraste al que fuimos y para aquellos que nos rodeaban y nos rodean (gracias a los cuales elaboramos nuestro yo), un "no-ser".

este "no-ser" que creemos haber pasado a ser es, ante nada, angustioso: no nos reconocemos en el nuevo entorno, no nos atamos a nada, ya no estamos donde éramos parte de un terruño pero seguimos sintiéndonos en relación a él, ausente, y en relación a él somos percibidos y nos identificamos como no-seres del nuevo emplazamiento. esta disyuntiva, no cabe duda, crea ansiedad.

el origen de esta sensación claustrofóbica está, no obstante, en la educación que nos impide fluir, que nos ata y nos obliga a creernos parte de un paisaje concreto: o bien el natural, por originario, o bien el foráneo en el que nos estamos empezando a convertir en "un otro" artificial también, insondable.

No hay comentarios: