05 abril 2011

la sustancial insustancialidad de la felicidad

para vivir feliz es necesario:

1. conversaciones ligeras pero eternas, entendiéndose por "ligero" aquello que el hablante encuentra interesante, ameno y enriquecedor y que, por tanto, le llevan a desear continuar con el diálogo un tiempo que puede equivaler a la subjetiva "eternidad".

2. una cantidad adecuada de horas de sueño. la cifra varía dependiendo del individuo, de las placenteras circunstancias que pueden rebajarla y el lugar exacto donde toma lugar o puede asaltar al mismo durmiente.

3. inesperados encuentros más o menos fugaces con compañías de agrado. dicha compañía puede adquirir la forma humana, de libro o árbol. no se valore el exterior, lo más importante es, con frecuencia, el interior. el ingenio, la alegría, la serenidad, el buen gesto, olor, sonido y sabor son de agradecer pero dicha lista puede crecer dependiendo de las circunstancias y características del sujeto en cuestión.

Para evitar rebajar los efectos positivos alcanzados gracias a las arriba mencionadas necesidades, se recomienda evitar contraproducentes elementos tal que:

1. el subnormal de turno. se le reconoce pues nunca saluda por la calle, mira ceñudo y murmura mientras uno educadamente perora, da su (mala) opinión aun cuando nadie le pregunta, va a los entierros donde no ha sido invitado, nunca ve la viga en el propio y probablemente aun no haya descubierto qué es una sonrisa de rigor.

2. un día gris. y sus charcos.

3. cuestiones burocráticas. o, a su falta, cualquier lectura o recreación que se sienta como tal. léase, museos de historia natural, artículos de estadística o repletos de las mismas, cualquier ópera, el romancero o una de indios y vaqueros.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¡A mí me encantan los charcos con mucha agua, los museos de historia natural y las pelis del oeste!

Clara