decir todo menos lo que digo,
con palabras y expresarme sin embargo
a través de ellas, transparentes pero inestables;
y aprender a contar, otra vez,
no en minutos sino quizá,
en medidas más adecuadas:
en esperanzas, en trenes, en bostezos y besos;
olvidar cómo pensar demasiado,
como nadie, sólo ser como un pez en poemas;
y empezar a escribir como ellos,
los que sienten más, o quizá,
cómo los que sí deberían escribir
pero están atrapados en trabajos de 9 a 5 y más allá;
y dejarme de poesía
que es pero no es la mía,
esa voz que se me escapa,
dejarme ser en esta poesía,
hasta que deje de querer
lo que nunca sabré hacer.
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