solo veintitres años y mi vida ya ha tenido dos siglos de oro.
uno fue en quinto de primaria, con unos amigos en el colegio jugábamos a detectives, nos reíamos mucho e incluso apareció un cómic, pésimo, producto de mi vena fracasada de dibujante, en el que se narraba nuestra historia. nostalgias de una.
el segundo lo estoy viviendo ahora. no necesito distanciarme de él para tener la seguridad, de esas que que dan las iluminaciones instintivas y fugaces, y saberlo con certeza. quizá sea porque se trata de un periodo de inminentes y seguros cambios. quizá se trate por toda esa gente que cada día más está más cerca de mí. por los amigos. los que son de verdad. los que yo siento así. aquella gente que he elegido, que me han elegido y me soportan, a pesar de que no me se las capitales, ni los nombres de las calles, ni calcular los metros cuadrados de una habitación, que cambio los nombres de las cosas y veo las películas sólo si salen hombres guapos. que me entienden y me escuchan. con ellos no necesito más que tiempo. y, a falta de él, lo inventamos. o hablamos más deprisa. o nos entendemos con dos palabras. o ni hacen falta las mismas porque, por un extraño método secreto que hemos desarrollado, nos comprendemos con sólo mirarnos. es más, en la distancia, lo sé, nos seguimos intuyendo.
hoy me he asustado. he pensado: nos estamos convirtiendo en seres sobrenaturales, increíbles, pero ellos mucho más que yo. creo que empiezan a brillar. cuando no los veo, los llevo conmigo, imagino que están aquí, a mi vera (si, se llama paranoia en algunas culturas, no la mía) y con su bondad, su sinceridad e inigualable amistad iluminan esta edad con un dorado sin igual.
1 comentario:
ooooh!k bonito, casi lloro de emocion, si es verdad. yo a veces tb siento cosas asi como las k dices, pero no lo abria sabido explicar como tu!
me alegro de pertenecer a tu siglo de oro(al segundo)
un beso
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