hay días en lo que poco a poco sale el sol e ilumina el futuro y lo que te rodea.
y hay días en que eso ocurre gracias a la literatura,
y, para mí, eso es incluso más esperanzador.
después de un verano de leer por obligación, por fin ayer me decidí a empezar un libro que una amiga me había prestado. gran amiga, gran elección, gran libro, gran descubrimiento. Revelación de un mundo de Clarice Lispector.
y así, naturalmente, todo vuelve a la maravillosa cotidianeidad.
vuelvo a re-re-descubrir las maravillas que la literatura tiene, vuelvo a recordar qué es lo que me entusiasma ciegamente de la lectura, vuelvo a experimentar la tranquilidad interior que ellas me dan. aprendo, extasiada, que hay otras maneras de escribir, que en cierto pasado en otro continente existió una especie de alma gemela, que las palabras pueden acercar.
y re-comienzo, gracias a este pequeño suceso, a sentir entusiasmo por vivir, por lo que vendrá y quienes me acompañarán.
de repente, parece que la suerte me sonríe, pero es sólo que yo sonrío a la suerte y ella me hace el favor.
vuelvo a disfrutar de los pequeños momentos, a enamorarme de este nuevo país, de su gente, a admirarla por su dulzura y simpatía y extroversión. vuelvo a saborear el dulce placer de las ilusiones borrosas. vuelvo a tener ganas de ponerlas por escrito. vuelvo a confiar en quienes me rodean, en la posibilidad de un libro cerrado y en todo el futuro que siempre está aquí, en este momento, a punto de empezar.
sólo así, porque sí, porque la vida ofrece espontáneos cambios de rumbo en las más mínimas cosas. y por mucho miedo que ello puede dar, siempre, casi siempre, es para mejor.