22 diciembre 2009

mis teorías

Lo que yo creía verdades irrefutables han resultado últimamente simples hipótesis, mejor dicho, locas aventuras de mi imaginación o, en el mejor de los casos, ideas contrastables que, por tanto, deben ser discutidas y explicadas detalladamente para que sean comprendidas.

Un ejemplo básico de estas erráticas teorías mías es la de la suerte que se compensa. Suena loco, realmente, cuando concedo a comentarla públicamente pero hecho esto, no debo avergonzarme de ponerlo por escrito. Resulta que tengo la impresión de que cuando algo bueno me ocurre, como ganar un premio, lograr lo que tanto deseaba o sentirme realizada durante un periodo de tiempo, a los pocos días esa suerte se invierte y, como situada en una suerte de balanza que me deja donde debería estar, algo terrible me sucede, vivo una experiencia que se me antoja incomparablemente insufrible o que me hace sentirme ridículamente “gafe”. Probablemente esa impresión es la que me lleva a percibir los eventos como compensados y no a la inversa, seguramente paso por alto otros elementos que destrozarían mi teoría y cometo, en cierto sentido, el mismo pecado que los creyentes: emplazo la causa en lo incognoscible y a partir de allí veo, miro, percibo y comprendo la realidad. Induzco en vez de deducir, pero soy consciente de ello, de que se trata de una tonta superstición que sólo se cumple en mi imaginación individual.

En otro orden de cosas, quizá a un nivel más serio, tengo también teorías de cómo funcionamos los seres humanos acerca de las emociones, con respeto a nuestros sentimientos. Y a veces me da la impresión de que éstas, a pesar de estar mucho más comprobadas y estudiadas que la anterior, son igual de locas que la de mi creencia en la suerte. ¿No es cierto pues que una vez llegados todos a cierta edad la escala de lo “cool” ya no funciona, que uno ya no elije a sus amigos por razones que no sean la compatibilidad? ¿Es falso que a uno le caen más o menos bien todo el resto de seres humanos salvo los que le hacen sentir minúsculos, o sea, aquellos que no le reafirman en que es percibido como desea serlo, es decir, que no le hacen sentir(se) como quiere ser percibido? ¿No acierto cuando sostengo que el amor tiene mucho de amor propio pues siempre buscamos a alguien medianamente superior que, en el caso de correspondernos, nos reafirme en la cinvicción de que lo merecemos? ¿ Es mentira que en el fondo de nuestros corazones, a pesar de que nos lo ocultemos bajo miles de capas, siempre sabemos lo que tenemos, lo que creemos y sentimos, que acusamos cuando nos mentimos y nos amamos cuando no lo hacemos porque nos permite descubrir similitudes mágicas con otros, igual de malvados quizá, pero compañeros parciales de nuestra vida? ¿Es menos acertado sostener que por alguna razón que no acabo de comprender todos, todos todos necesitamos de un modo u otro sentirnos individuales pero parte de un grupo: ya sea religioso, musical, cultural, nacional o auto-creado?

Si coincido con alguien o no en estas variadas y vagabundas ideas no es lo que más me importa. Reconozco que son profundas convicciones y aunque no pueda probar su verdad siempre, no voy a deshacerme de ellas nunca. En realidad lo que más adoro de ellas es su capacidad de revelación pues, sólo cuando soy capaz de confesárselas a alguien y, mediante una minuciosa discusión acerca de las mismas, descubrirles una parte de mi minilocura, descubro quien es un amigo de veras. No un amigo “cool”, no uno que me vaya a dar la razón como mi ego querría, sino uno que me va a juzgar pero conocer y quizá querer ya de verdad.

5 comentarios:

Vanlat dijo...

Me sorprende (y debe reconocer que en cierta manera me preocupa) un cierto tinte entre anglosajón y dogmático que veo en tu estilo actual y que no recordaba...

Irene Domingo dijo...

estas es la entrada q puede dar para discusión?
quizá deberías explicarme que es lo que encuentras de anglosajón, si ello es algo negativo (por qué) y a qué viene el comentario de "preocupante" relacionado, supongo, a ello y a lo de dogmático. un tanto condescendiente me parece, y no entiendo. nos seas tan parca en palabras!

Irene Domingo dijo...

y ahora que me lo releo, no, no creo que se dogmática. en absoluto. si estoy precisamente llamando a lo contrario: a la discusión. pido que se me rebata, con teorías, pero que se me muestren otras posibilidades. sólo digo que me parece más que genial encontrar a alguien con el que coincido en estas locuras de teorías mías que, por incauta o inconsciente siempre creí verdades más que obvias.

Paulina Soto dijo...

está lindo este post me gustó! si yo tb pensaba que a estas alturas la gente dejaba de hacerse amiga de la gente porque era cool. pero en el último tiempo me he sorprendido de descubri lo contrario! ja

Anónimo dijo...

Mmmm... en cuanto a lo del amor discrepo; creo que es más bien como cuando buscábamos compañeros de clase para hacer un trabajo en grupo: lo ideal era alguien que estuviera a tu nivel o un poco por encima, porque así te ayudaba; no alguien por debajo, porque tendrías que ser tú quien tirase de él. Cuando buscas compañero de vida creo que es lo mismo.
Tampoco creo que siempre sepamos todo y que lo ocultemos bajo capas. Habría que matizar la definición del verbo "saber", creo que no se trata de saber o no saber sino que hay más bien una escala, una gradación, como los colores, entre el punto de no saber y el punto opuesto de saber conscientemente. Ahora, es cierto que hay que activar la voluntad, las ganas y el esfuerzo para saber conscientemente; pero eso no garantiza que se vaya a conseguir, creo yo.
En cuanto a lo de sentirnos parte de un grupo, lo siento pero me parece un tanto de Perogrullo... pues claro, mamíferos simiescos que somos, mira cómo funcionan los gorilas. Cuestión de supervivencia de la especie.
Y si quieres nos tomamos un café un día y comentamos el resto, ¡que por escrito pierde gracia y es más largo!

Clara