llevaba unos días con la intención de escribir un post acerca de aquello de lo que tan bien explica Fareed Zakaria: el terror artificialmente incrementado como derrota colectiva debilitadora y deshumanizadora.
cada ataque terrorista, pero también cada noticia sensacionalista, cada bomba, cada hiper-prevención contra la próxima, cada suicida y cada manifestación pública de rechazo sólo contribuyen hacia la misma victoria: la de la irracionalidad.
la cuestión, supongo, se reduce (o remonta) a si la efectividad de nuestras acciones debe ponerse en servicio de la calidad o la cantidad del tiempo vivido.
creo que tras escuchar las inteligentes y bien dispuestas ideas del periodista, poco queda por decir al respecto.
no debemos aceptar la necesidad de tomar una decisión. podemos trabajar por ambas: una mejor y más larga vida. pero, en casos extremos, la humanidad, que viene de manos de una vida mediana, es lo que prevalece.
aún así, sí me gustaría sugerir la necesidad de hacer un pequeño repaso a nuestro comportamiento diario para ver si, a menor escala no nos está afectando ese miedo intencionalmente impuesto sobre la ciudadanía. sólo así podremos descubrir hasta qué punto somos menos libres cada vez y, por ello, sin duda, más infelices.
pensemos en todas las noticias de la televisión, las revistas y periódicos. pensemos en cómo constantemente no andamos por ciertas calles, hablamos con algunos desconocidos, extraños o extranjeros; cómo desconfiamos de la oscuridad o la soledad y nos agarramos a mediocres recursos materiales para sobreponernos a unos miedos que existen más en las ficciones con que hemos construido, luego, nuestra vida, que en la realidad.
vivimos así, miserablemente. no hacemos más que sobrevivir, preocupados por el terrible "y si...", nos encerramos en un miedo gris que nos impide ver más allá de sus ornatos. no lo superamos, ni lo atacamos. nos rendimos ante él y aterrados, bajovivimos.
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