Nuestros espacios mentales deben ser ocupados. Ya dije, no nos gusta la soledad.
Por eso, cuando carecemos de reales contenidos, inventamos con la imaginación proyectos o sentimientos que nos mantienen unidos al mundo. Nos decimos querer a alguien, nos procuramos preocupar por otra persona, nos obligamos a emprender un futuro resultado.
Sin embargo, cuando estos vacíos se llenan factualmente, con verdaderas relaciones e intereses fecundos que no tienen otro modo de explicitarse que este pobre que ahora empleo, podemos ver claramente todos esos fantasmas con los que antes nos plagamos.
Y esperamos no tener que volver a soñar. Y soñamos con poder mantener nuestra soledad siempre así de bien acompañada. Tan frágil que es ella, no nos atrevemos ni a desear, no vaya a ser que los fantasmas nos oigan.
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