Ellas sólo son para nosotros. Dialógicas.
Y nos basta sabernos nuestros únicos receptores.
Nos hacemos guiños: de nosotros a
ese subconsciente que se nos ha revelado espontáneamente
con la expresión inocente.
Y nos sonrojamos, en silencio, en privado,
nos hemos conocido, nos hemos aceptado.
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