28 septiembre 2011

morriña

Según la R.A.E.: " f. coloq. Tristeza o melancolía, especialmente la nostalgia de la tierra natal."


Palabras que, para mí, suenan huecas pues no explican nada. ¿Qué es la tristeza, qué la melancolía y qué la nostalgia? Amalgama de palabras sin sentido, sin contenido.

Morriña, podríamos decir, es, sin embargo, una canción de Amaral que tus oídos te piden a mitad del día, o, más bien, esa misma necesidad de escucharla que te lleva a sentir un vacío en el pecho.

Morriña es, también, la calle Doctor Cerrada apareciéndose cómo imagen inconexa cuando planeas las tareas del día, y no sólo la calle, sino también tus pasos en ella y, con ellos, todos los caminantes con quienes los distes, todos los momentos a los que te llevaron y muchos más que podrías estar andando.

Morriña son unos buenos calamares en su tinta, su olor, su simpleza y, más bien el recuerdo sabroso de saber que quien los ha cocinado lo hizo con una sonrisa, sabiendo que te encantan, por tí, para tí, te estaban esperando mientras, ya te acuerdas, volvías a casa con tu amiga, aquella que es tan especial, aquella que conociste el primer año de universidad, cuando todo era nuevo, e ibas a alemán, y te enamoraste de verdad, y fuiste al cine, y eras joven, y salías hasta tarde, como allá se acostumbra, y volvías a todo correr, y nunca tenías sueño, y siempre había tiempo para charrar con los amigos, sobre todo las amigas, y sus sonrisas entre tapas, y entre cervezas, y allí estarán y estaban también las de los cafés, y los pueblos, y los cines, y gente extranjera, como aquel año que fuimos a Madrid, y fueron dos, y al regresar allí seguía todo, como siempre, esperándote, como siempre, sonando familar, como a veces apetece: como esa canción, esas calles, esas caras, sabores, olores y voces.

Eso es la morriña.


25 septiembre 2011

Lo que no se ve.

Es lo que me llega.

Esa mirada que me niegas,
esas palabras que nunca escribirás,
o los rumores que nunca supiste, o no te dejaron pronunciar.
Eso es lo que se queda.

Tus confesiones en sueños,
tus deseos del diván,
lo que se le escapa a la metáfora.
Es lo único que entiendo.

Cuando hablas y no cuentas,
dónde sólo termina la gramática,
cómo te escabulles sin abandonar.
Es allí dónde te encuentro.

Y es sólo tu nada lo que me queda.

Yo, que sólo con todo me conformo.

Ayer

El más genuino descubrimiento es el de lo que ya se tiene.

Porque comparaba con lo que nadie había dicho, hecho o experimentado. Porque se construyen las mentiras y, con medias palabras, se perpetúan en el tiempo. Porque nadie dice  lo que es un tabú. Y porque todos seguimos bailando a un son que no nos motiva, por ellos, por el qué dirán, por el qué han dicho.

Pero un día rompí las reglas. Sin querer. por curiosidad.
Y gracias a lo que es verdadera amistad, esa vibración casi única, como un torrente, brillante y sencilla, descubrí lo que ya sabía: todo lo que tenía, más complicado que las fábulas: todo un tratado de la vida, de esa que nunca se entiende, nunca se desvela, pero se presiente.

02 septiembre 2011

Realization

Like a light;
suddenly I realized my life is now, here.
Small, maybe stupid, certainly obvious, but nonetheless, still a surprise.
I am no longer living in there, not even in between, not any more or, at least, less fully so.
My body tells this truth, my eyes contemplate it and my thoughts, which used to be split, remain here. With me. And my surroundings.
And there.
That other side is, however, more fluid. Oceanic contaminated, it moves, fluctuates and swings back and forth depending on where your shoes go.
And also, why not, where my memories stay, whether they remain, or slowly fade.
It was just a matter of time, I guess.
One body and one's thoughts are not as strong, as faithful and broad as across the ocean once the other seemed close.

salmón y mozzarela

Una tostada de salmón con mozzarella recorre mi cuerpo y me recuerda que estoy viva. La carrera concluida; estoy viva, más viva pues me muevo, rápido, soy con la vida: soy energía. Un mal sueño, demasiados días, pero consigo seguir pensando. Aunque poco a poco: me faltan horas, horas de cama y ya no sé en que día vivo. Pero vivo. Mucho. Despacio y deprisa. Una vida vicaria a través de los demás, y de sus palabras, y de sus historias y reflexiones. Es como si, en realidad, yo nunca me alcanzara. Me estoy muy lejos, y me voy alejando. De quien fui, al menos. Y ya ni me recuerdo. Me he perdido en algún lugar de esos puntos dispersos que la gente identifica conmigo. Hablan de ella. Pero, estoy segura, no soy yo. Ya no sé ni cómo ser. Salvo en esos instantes en los que sólo una nectarina, me alimenta. Y sé que soy, o que estoy: y eso me basta. Porque no lo pienso. Sólo me creo, me doy a mí misma, generosa con mi tiempo. Y continúo perdiéndome. Naturalmente.