15 julio 2012

el sexto

como si tuviera un sentido especial, el sentido, podríamos decir, de la personalidad, sabía qué personas acabarían conectando completamente, cuáles guardaban aún algún secreto en su amistad, o quienes nunca se darían a nadie, por miedo, por independencia esencial, por falta de necesidad o quién sabe, incapacidad nomás. lo sabía, lo sentía. quizá fueran los ojos, o alguna que otra sonrisa, a veces era la manera de abrazar, de pasar el brazo por el hombro si mirar, con sonrisa petrificada; podían ser también frases insustanciales, promesas para un futuro indefinido que nunca se hacía perfecto, cierta manera de caminar, una risilla demasiado nerviosa, o incluso la mera neutralidad.

pero ya no, perdido, completamente ido ese sexto sentido, la navegación por la vida se complicará. imposible saber ya qué conversaciones llevan a buen camino, quién recordará u olvidará dejando la huella de la nostalgia, cómo se mantiene impertérrita la mirada ante cualquier máscara, máscara para ellos, también, ya no sé si podré seguir siendo.

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