Ha pasado el tiempo. Cinco años. O quizá incluso más. Ya no recuerdo. Hace tiempo, dejémoslo así, estaba ahí: me veo lejana ahora, tan pequeña que casi podría decir pequeñita. Y pienso, como las viejas, "cómo pasa el tiempo". Pero no es eso. Ni tan siquiera eso. Es cierto, el tiempo pasa, afortunadamente, pero nosotros pasamos con él. Y aquella lejana figura un día decidió aventurarse a ser quien es hoy, es ya ella hoy, y también otra. O quizá más bien las circunstancias la aventuraron y ahora mira alrededor y, así, de repente, descubre que la máscara es su piel. Y que esa sonrisa es ya la mía. Y no ha resultado difícil. Nada de trabajo. Como al desnudarse, ella ha encontrado otra piel. Y un día, el otro día, así, como en el cuento, me dí cuenta de que lo que ellos veían era lo que había. Cinco años, o quizá ya seis, demasiados para vivir en la ignorancia. Creyendo jugar, como en el patio del recreo, pero viviendo, había mudado de figura. Me adapté. Me descubrí. Me transformé. Todas y ninguna. Como en un libro de autoayuda, pero sin libro, y sin ayuda. Sólo el tiempo lo hizo, y quien sabe qué más hará. Sólo me queda esperar. Esta figura de hoy que me aguanta será otra un día, pero quizá siempre la misma. Más honda, con menos capas, con otras máscaras, más lejana, o quizá simplemente ella misma.
eneri sunday
interés por lo invisible, por lo que se halla siempre detrás.
30 septiembre 2013
29 septiembre 2013
Desde el ombligo hasta la garganta, noto el sol que va subiendo, distraído.
Hacía tiempo que no me visitaba.
Y lo noto perezoso.
Valiente, sin embargo, sigue su camino.
Una canción zumba, vibra y retumba desde mis manos hasta mis codos.
Las puntas de los dedos finas.
Y me cuesta andar.
Me deslizo, de curva en curva, hasta aquí mismo.
La cabeza bien alta, así puesta. Quieta.
Como una maraca, las preguntas suenan.
Y no quieren respuestas.
Las dejo moverse, poco a poco, y bailar su cha-cha-cha .
Será que es domingo.
O que se acerca el frío.
Y que las hojas ya están tornando de color.
O quizá no es más que otro día, en algún que otro despertar.
Hacía tiempo que no me visitaba.
Y lo noto perezoso.
Valiente, sin embargo, sigue su camino.
Una canción zumba, vibra y retumba desde mis manos hasta mis codos.
Las puntas de los dedos finas.
Y me cuesta andar.
Me deslizo, de curva en curva, hasta aquí mismo.
La cabeza bien alta, así puesta. Quieta.
Como una maraca, las preguntas suenan.
Y no quieren respuestas.
Las dejo moverse, poco a poco, y bailar su cha-cha-cha .
Será que es domingo.
O que se acerca el frío.
Y que las hojas ya están tornando de color.
O quizá no es más que otro día, en algún que otro despertar.
21 septiembre 2013
La nada
Nada. No es que no pase nada. Es que sólo veo la nada. Y la lleno. Hoy así, mañana asá.
Y tan tranquilos todos.
Cuando digo yo, pienso en tí.
Tú también: no lo niegues, vives con la nada.
Hay días en que me convences.
Hay días en los que, incluso yo, me convenzo.
Y luego, la mayoría, trato de ignorarla.
Pero la siento, a mi espalda.
La nada.
En ocasiones no me importa. La conozco, como si fuera mía.
Como si fuera yo. Nada, no pasa nada–me digo.
Y continúo, mirando al horizonte, que es como el pasado,
y como el presente: Nada.
Pero otros días me pesa.
La siento encima del mundo,
de ti, sí, de mi,
y no puedo mirarte sin saber que aquí,
por aquí
no pasa nada.
Estamos simplemente llenando el tiempo,
no hay nada que hacer,
minuto a minuto,
no pasa nada;
sólo estamos viviendo,
sólo estamos haciéndonos,
si es que estamos hechos de algo,
por eso lo pienso:
aquí sigo, aquí seguimos
matando un tiempo,
un tiempo lleno de nada.
Y tan tranquilos todos.
Cuando digo yo, pienso en tí.
Tú también: no lo niegues, vives con la nada.
Hay días en que me convences.
Hay días en los que, incluso yo, me convenzo.
Y luego, la mayoría, trato de ignorarla.
Pero la siento, a mi espalda.
La nada.
En ocasiones no me importa. La conozco, como si fuera mía.
Como si fuera yo. Nada, no pasa nada–me digo.
Y continúo, mirando al horizonte, que es como el pasado,
y como el presente: Nada.
Pero otros días me pesa.
La siento encima del mundo,
de ti, sí, de mi,
y no puedo mirarte sin saber que aquí,
por aquí
no pasa nada.
Estamos simplemente llenando el tiempo,
no hay nada que hacer,
minuto a minuto,
no pasa nada;
sólo estamos viviendo,
sólo estamos haciéndonos,
si es que estamos hechos de algo,
por eso lo pienso:
aquí sigo, aquí seguimos
matando un tiempo,
un tiempo lleno de nada.
08 septiembre 2013
Disimula
Ya hacía años que no se sentía la misma. Se levantaba por la mañana, se miraba al espejo y no, no se reconocía en la imagen. Por supuesto que sabía que la cara que veía reflejada enfrente correspondía a la carne que notaba como propia. Tampoco es que hubiera perdido todo contacto con la realidad. Pero ella, había dejado de ser ella. Como si viviera en instantes consecutivos, no lograba identificar aquello que la definía como persona. Si pensaba en su pasado, creía encontrar en él ciertas imágenes que le recordaban a gestos del presente, pero todas eran diferentes y, faltándole el criterio para hacerlo, no sabía decidirse por una a la que aferrarse para dar a su futuro la coherencia de una historia. Tenía miedo. No ese miedo irracional ante lo desconocido. Tampoco miedo a sus propios actos. No estaba tan desesperada. Simplemente confusa, aturdida. Casi apenas tenía, en realidad, ningún sentimiento tan fuerte como para sentirse a sí misma, para sufrir, o tratar de ser feliz. El suicidio pues, no era el problema. El miedo era más arcaico. Se imaginaba ya, en el presente, dispersa en el universo. Se veía retrospectivamente como polvo. Ni sería ni era nada. Y eso sí la consumía. Empezaba entonces a plantearse las mismas preguntas que la asolaron en la adolescencia: de dónde venimos, a dónde vamos, qué hacemos en el universo, quienes sómos. Pero el azar de su existencia, su ínfima condición maravillosa no la consolaba. No se sentía fuerte. Si ya no era ella. Ni tan siquiera ella. Ella era ya nada.
Y aún así, cada mañana, se levantaba. Se miraba al espejo. No se veía. Se buscaba. Se vestía. Desayunaba. Iba al trabajo. Sonreía. Disimulaba.
Y aún así, cada mañana, se levantaba. Se miraba al espejo. No se veía. Se buscaba. Se vestía. Desayunaba. Iba al trabajo. Sonreía. Disimulaba.
26 mayo 2013
Les amours mortes
Todos los muertos que arrastro, todos siempre, aquí conmigo. Hablan a través de mí. Y soy ellos, se transparentan cuando menos me atiendo.
Cuando sea mayor, cuando sea vieja, ¿me dejará ser, la pena?
¿Aprenderé algún día a olvidar?
Cuando sea mayor, cuando sea vieja, ¿me dejará ser, la pena?
¿Aprenderé algún día a olvidar?
04 mayo 2013
¿Y dónde estabas cuando yo tanto te necesitaba?
La esperanza se esconde en los pliegues del tiempo. Basta con dar, esperar y, un día, como en primavera, vendrá. Cargada, seguro, más insegura, también: pero volverá. Y traerá de la mano la convicción de la compañía. Me explicará, como ya un día me explicó, que basta con mirar alrededor, bajo la máscara; hablar, así, desde el núcleo; mostrarse, también, al desnudo. Porque la justicia existe. De todos los colores y medidas: sólo hace falta esperarla, reconocerla y recibirla.
Hoy le abro las puertas. Llamó. Me dice que sabe bailar. Que se aparece con la lluvia. Que evita la hipocresía. Persevera en el dolor. Sobresalta. Da risa. Acompaña a los que la promulgan. Se da en el intercambio. Y yo ya lo sabía.
Cuando me lo recuerdan, el mundo se hace pequeño. Paradójicamente. Sólo una ciudad, imaginada: es una familia. En ella yo, una mariposa, en este momento. Se detiene el tiempo. Soy el color. Solo soy. Estoy siendo. No me alejo. Se desdibujan ciertas caras. Aleteo. En primer plano, otras. Vibración. Y veo el pasado alejándose, ya sin peso. Un reposo. El futuro que brilla. La esperanza que vuelve, sencilla.
Y mis alas de papel, hasta que ardan, me bastan. La esperanza, que es palabra, es mi amiga.
Hoy le abro las puertas. Llamó. Me dice que sabe bailar. Que se aparece con la lluvia. Que evita la hipocresía. Persevera en el dolor. Sobresalta. Da risa. Acompaña a los que la promulgan. Se da en el intercambio. Y yo ya lo sabía.
Cuando me lo recuerdan, el mundo se hace pequeño. Paradójicamente. Sólo una ciudad, imaginada: es una familia. En ella yo, una mariposa, en este momento. Se detiene el tiempo. Soy el color. Solo soy. Estoy siendo. No me alejo. Se desdibujan ciertas caras. Aleteo. En primer plano, otras. Vibración. Y veo el pasado alejándose, ya sin peso. Un reposo. El futuro que brilla. La esperanza que vuelve, sencilla.
Y mis alas de papel, hasta que ardan, me bastan. La esperanza, que es palabra, es mi amiga.
13 abril 2013
Un viernes sin sol, es menos viernes.
Transparente.
como nadie,
como todos:
en absoluto.
yo también soy un teatro:
me acerco, se abre la cortina,
siguen las mariposas,
y sonrío.
La máquina sube en intensidad,
no estoy en la esquina,
tengo que ser,
o no ser,
siempre en la frontera:
me medio dejo
fluir.
A veces brújula,
otras, imán:
cada A y cara B:
me repeles,
me atraes,
como estilo tornado:
siempre soy yo:
y aquí dentro,
somos
dos que son multitud.
Pero las tengo
mis prioridades:
sólo morir de vieja,
y mientras,
crecer;
a ser posible,
así,
en multitud.
Extraña idea:
un día decir basta,
haber florecido
y poco a poco apagarse.
Mientras,
ser sin máscara,
siempre personaje.
Compañera, mi reto.
Un río
circular.
como nadie,
como todos:
en absoluto.
yo también soy un teatro:
me acerco, se abre la cortina,
siguen las mariposas,
y sonrío.
La máquina sube en intensidad,
no estoy en la esquina,
tengo que ser,
o no ser,
siempre en la frontera:
me medio dejo
fluir.
A veces brújula,
otras, imán:
cada A y cara B:
me repeles,
me atraes,
como estilo tornado:
siempre soy yo:
y aquí dentro,
somos
dos que son multitud.
Pero las tengo
mis prioridades:
sólo morir de vieja,
y mientras,
crecer;
a ser posible,
así,
en multitud.
Extraña idea:
un día decir basta,
haber florecido
y poco a poco apagarse.
Mientras,
ser sin máscara,
siempre personaje.
Compañera, mi reto.
Un río
circular.
24 marzo 2013
Don´t ask don´t tell. I am happy.
Žižek califica la política del "Don´t ask don´t tell" en el ejército americano--aquella que impide que se les pregunte a sus integrantes si son gays para que no deban declararse hetero u homosexuales, pues el ejército sigue sin permitir que estos últimos formen parte de sus filas--como una estrategia oportunista que obliga al secreto y así, impone la hipocresía como norma social.
Se trata de una medida de la que ninguna de las partes sale beneficiada pero que ambas deben apoyar y apreciar como positiva, reforzando con su apoyo la bondad de la superficialidad de un gesto que acaba instaurándose como acuerdo democrático.
Bien, pues algo similar ocurre, creo yo, en la sociedad americana en general en el sentido de que existe una norma implícita en el "american way of life" que se resumiría en el concepto de la felicidad. El americano debe ser, y es, por necesidad, feliz. La infelicidad es, en su caso, índice de un fallo. Y el americano jamás es derrotado. El americano vence todos los obstáculos habidos y por haber hasta lograr su objetivo. Y este es, siempre, en última instancia, la felicidad, el americano es el ser más feliz del planeta porque es capaz, en toda ocasión, de llevar acabo aquello que se propone como objetivo y, una vez alcanzado éste, la felicidad es su recompensa. Cada americano es, de hecho, muchísimo más feliz que sus compañeros. Siempre. Cada uno a su modo, libre, claro, pero siempre feliz. Siempre.
La felicidad es sinónimo de éxito. Y el fracaso es inconcebible. Intolerable. Por ello, la felicidad es ya un cáncer social. Del mismo modo que ocurría con el caso del ejército, la felicidad es, como la heterosexualidad, la norma. Se supone que todos los ciudadanos viven en y con ella. Quien no es feliz, no forma parte de la sociedad. Es tal la necesidad de esta felicidad que todo aquel infeliz, debe ocultar su pesar y continuar renovando el velo de hipocresía que ya desde hace tiempo cubre a la sociedad. El principio social ha llegado hasta tal punto que los manuales de autoayuda, con pasos e instrucciones para prevenir el mal de la ocasional infelicidad son plato común. Quien no lo acepte estará, además, indirectamente señalando su marginalidad dentro del grupo, su ridiculez, su incapacidad de adaptación y desconocimiento del código secreto que lo integraría en el grupo al que, paradójicamente, pertenece quizá más que ningún otro. Él sólo es el signo explícito de aquello que la sociedad rechaza porque reconoce como parte radical de su ser. Un núcleo que, aterrador, acecha en las grietas de cada sonrisa pues ésta nunca podría existir sin aquel.
El mayor problema que resulta de esta fantasía, como la llamaría Žižek, es, en mi opinión que, acostumbrada a la mentira, la sociedad que venera la máscara de felicidad, acaba confundiendo honestidad con infelicidad y condenando cualquier muestra de sinceridad como amenaza al status quo que tanto esfuerzo le ha costado mantener. La honestidad es así malinterpretada como fuerza virulenta con la capacidad de alterar eternamente la percepción de la realidad que tan a conciencia se ha tratado de desfigurar. En vez de comprenderla como lo que es, como un exabrupto subjetivo y espasmódico, se la evalúa creyéndola igual de reaccionaria y aparentemente objetiva que la felicidad tras la cual se atrincheran para ellos es. Una sociedad que vive así, en el miedo, agarrada a la ardiente llama de la felicidad, pisa un terreno sumamente inestable que tiende a la paranoia e, incapaz de atacar aquello que es íntegro a su estructura (como en el caso del ejército y su homofóbico autorrechazo), avanza a ciegas de sí misma, estancada en una actitud conservadora, podrida en el centro, pero feliz a pesar de ello . . . hasta el día en el que alguien le pregunte, y ella se decida a hablar de verdad.
Se trata de una medida de la que ninguna de las partes sale beneficiada pero que ambas deben apoyar y apreciar como positiva, reforzando con su apoyo la bondad de la superficialidad de un gesto que acaba instaurándose como acuerdo democrático.
Bien, pues algo similar ocurre, creo yo, en la sociedad americana en general en el sentido de que existe una norma implícita en el "american way of life" que se resumiría en el concepto de la felicidad. El americano debe ser, y es, por necesidad, feliz. La infelicidad es, en su caso, índice de un fallo. Y el americano jamás es derrotado. El americano vence todos los obstáculos habidos y por haber hasta lograr su objetivo. Y este es, siempre, en última instancia, la felicidad, el americano es el ser más feliz del planeta porque es capaz, en toda ocasión, de llevar acabo aquello que se propone como objetivo y, una vez alcanzado éste, la felicidad es su recompensa. Cada americano es, de hecho, muchísimo más feliz que sus compañeros. Siempre. Cada uno a su modo, libre, claro, pero siempre feliz. Siempre.
La felicidad es sinónimo de éxito. Y el fracaso es inconcebible. Intolerable. Por ello, la felicidad es ya un cáncer social. Del mismo modo que ocurría con el caso del ejército, la felicidad es, como la heterosexualidad, la norma. Se supone que todos los ciudadanos viven en y con ella. Quien no es feliz, no forma parte de la sociedad. Es tal la necesidad de esta felicidad que todo aquel infeliz, debe ocultar su pesar y continuar renovando el velo de hipocresía que ya desde hace tiempo cubre a la sociedad. El principio social ha llegado hasta tal punto que los manuales de autoayuda, con pasos e instrucciones para prevenir el mal de la ocasional infelicidad son plato común. Quien no lo acepte estará, además, indirectamente señalando su marginalidad dentro del grupo, su ridiculez, su incapacidad de adaptación y desconocimiento del código secreto que lo integraría en el grupo al que, paradójicamente, pertenece quizá más que ningún otro. Él sólo es el signo explícito de aquello que la sociedad rechaza porque reconoce como parte radical de su ser. Un núcleo que, aterrador, acecha en las grietas de cada sonrisa pues ésta nunca podría existir sin aquel.
El mayor problema que resulta de esta fantasía, como la llamaría Žižek, es, en mi opinión que, acostumbrada a la mentira, la sociedad que venera la máscara de felicidad, acaba confundiendo honestidad con infelicidad y condenando cualquier muestra de sinceridad como amenaza al status quo que tanto esfuerzo le ha costado mantener. La honestidad es así malinterpretada como fuerza virulenta con la capacidad de alterar eternamente la percepción de la realidad que tan a conciencia se ha tratado de desfigurar. En vez de comprenderla como lo que es, como un exabrupto subjetivo y espasmódico, se la evalúa creyéndola igual de reaccionaria y aparentemente objetiva que la felicidad tras la cual se atrincheran para ellos es. Una sociedad que vive así, en el miedo, agarrada a la ardiente llama de la felicidad, pisa un terreno sumamente inestable que tiende a la paranoia e, incapaz de atacar aquello que es íntegro a su estructura (como en el caso del ejército y su homofóbico autorrechazo), avanza a ciegas de sí misma, estancada en una actitud conservadora, podrida en el centro, pero feliz a pesar de ello . . . hasta el día en el que alguien le pregunte, y ella se decida a hablar de verdad.
20 marzo 2013
spit it here
spit spit spit spit it out
I need to spit it out
the power thrill
the snail in the mouth
the pill in the coffee
the sugar overdose
this self-help book country
the passive agression
your lies
the lack
the everlasting hi
the courtains
always some drama
and the protagonists
always some winner
the trumans
the droppers
the hiders
the hearts
the smiles
I will cry later
we never give up
you put up with it
I only need to spit
spit spit spit spit
spit it out
it is out of my system
I can carry on
or just go to sleep.
I need to spit it out
the power thrill
the snail in the mouth
the pill in the coffee
the sugar overdose
this self-help book country
the passive agression
your lies
the lack
the everlasting hi
the courtains
always some drama
and the protagonists
always some winner
the trumans
the droppers
the hiders
the hearts
the smiles
I will cry later
we never give up
you put up with it
I only need to spit
spit spit spit spit
spit it out
it is out of my system
I can carry on
or just go to sleep.
16 marzo 2013
Und jetzt möchte Ich nur Alles hinterlassen und nach Berlin zu fliegen.
Deustch den ganzen Tag sprechen und irdgenein Zukunft anfangen.
Es ist mir egal Welches.
Ich glaube Ich vermisse meine Vergangenheit. Oder vielleich, nur die Sprache.
Wahrscheinlich möchte Ich mich nur einfach vormachen Ich könnte ein ganzes neuen Leben haben.
Aber wer is heutzutage noch frei? Nicht einmal die Vögel.
Deustch den ganzen Tag sprechen und irdgenein Zukunft anfangen.
Es ist mir egal Welches.
Ich glaube Ich vermisse meine Vergangenheit. Oder vielleich, nur die Sprache.
Wahrscheinlich möchte Ich mich nur einfach vormachen Ich könnte ein ganzes neuen Leben haben.
Aber wer is heutzutage noch frei? Nicht einmal die Vögel.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)