09 septiembre 2010

el monstruo silencioso

hay gente que, o hay días en que determinadas personas, se comporta como el monstruo del cuento de Quiroga.
agazapados, en un rincón de la vida, como dentro del almohadón de plumas, ellos viven viendo vivir a los demás. contemplan y aprenden para, sólo más adelante, reproducir lo interiorizado.
tan silenciosos son que uno no los nota. si se los mira con el rabillo del ojo, y se notan observados, ellos sonríen. nada más, nunca se dan, no comparten, no se arriesgan. saben jugar.
siempre allí, en la sombra, intuidos, emulan, y se dejan trabajar.
y llega el día en que uno, ya sin fuerza, se deja descansar. le flaquea el ánimo, se queda dormido y se da a soñar.
imagina amistades, pasados compartidos, reciprocidad. pero cuando despierta, descubre que todo ha sido un sueño, que ya no le queda sangre y que ese monstruo, de entre las sábanas, tan cercano, se ha disfrazado, se ha levantado y, como uno, empieza a caminar.
todo lo dado, todo lo único, permanece, como pesadilla, en ese pasado que es sólo de uno. y que el monstruo se ha dado a devorar.

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