1.la verdad: el viejo tema del dolor que ésta produce. me pregunto si es realmente tal, si ciertamente ocurre así y no es mucho más amarga la sensación de la ignoracia. supongo que depende. vivir en la hinopia sin ser consciente de que se está en ella probablemente no produce sensación alguna pero, ¿podemos objetivamente concluir que esa apatía emocional e intelectual es realmente algo parecido a la felicidad o, al menos, algo superior a conocer las a veces dolorosas realidades? puesto de manera sencilla: ¿quien es más feliz, quien vive mejor (que, al fin y al cabo a eso se reduce cualquiera de nuestras preguntas para aprender a continuar), el niño que ve, reconoce, acepta y posteriormente proclama que el rey está desnudo, el adulto que se ha convencido de que su rey está vestido, o el ciudadano que ni siquiera mira al rey, que no le importa cómo es, partiendo de la base de que supiera que tiene uno?
2.los amigos: en diferentes intensidades, tiempos y lugares, los tenemos. muchos, pocos, demasiados o suficientes, allí están, a nuestra vera en el camino, para acompañarnos, para demostrarnos que somos, cómo somos y quienes no somos, pero ¿qué lo convierte en un amigo: la confianza, el roce, la similitudes, los hobbies, el carácter, el cariño...? desde la guardería hemos aprendido a hacer amistades, quizá incluso antes, lo mismo es. trabajamos por ellas, las cultivamos con más o menos esfuerzo pero a veces, un día, de repente, nos damos cuenta que ese amigo de toda la vida ya no es quien pensábamos que era. quizá tampoco nosotros para él. algo ha cambiado: la conversación no fluye como solía, no tenemos ganas de contarle secretos, de pasar tiempo con él, y, poco a poco, nos vamos olvidando de su imagen que, como la de un recuerdo lejano, se difumina con el fondo, sin rencor, sin maldad, simplemente, pasa a otro plano. ya no nos interesa lo que él nos daba y, si nos ponemos a pensarlo con detenimiento, no sabemos exactamente qué hace que es"clic" que hacíamos antes ya no lo sentimos. lo comparamos con amigos más recientes y tampoco descubrimos qué los diferencia exactamente. muchas pequeñas costumbres que antes no percibíamos nos enojan, impacientan o sonrojan. como con una pareja que, de la noche a la mañana, se deja de querer, la amistad ha acabado pero seguimos con la duda: ¿qué ha desaparecido, dónde ha ido el quid de la amistad?
3.las conversaciones: y qué difíciles son. que levante la mano quien tenga más de cinco conocidos con los que pueda conversar horas y horas sin sentir que a) él dirige el diálogo, b) el monologa, c) el otro no le deja, no quiere, no le interesa, o ni se entera de que él no participa, d) el otro dirige la convesación como si de una entrevista se tratara. es difícil con razón: no sólo los intereses difieren, los temas son tratados de maneras distintas y la capacidad de concentración en los mismos es variable, sino que cada uno de nosotros tiene una personalidad tan dispar que encontrar al conversador ideal es casi un milagro. es encontrar casi una media naranja. y creo que eso ocurre sólo por cegueras momentáneas. o maravillosas coincidencias. aún no me decido.
2 comentarios:
Respecto al tercer tema que te inquieta te recomiendo Carmen Martín Gaite, ella tiene un ensayo titulado: "La búsqueda de interlocutor y otras búsquedas",aunque es verdad que este asunto es una constante que atraviesa toda su producción, también la ficción.
Interesantes cuestiones las que planteas. Respecto a la tercera... ¿horas y horas? Solo estoy segura de uno; y quizá podría añadir, aunque no siempre, a cuatro más.
Lo bueno es que no es una ceguera momentánea.
Clara
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