quizá es el aprendizaje más duro pues, como ocurre con la verbalización de los deseos, su reconocimiento obliga inmediatamente al compromiso con uno mismo: deberemos, de entonces en adelante, hacer todo lo posible por alcanzar ambos (o simplemente la primera pues, si somos coherentes, los segundos son meros desarrollos en detalle de esa felicidad).
e incluso el mismo recorrido hacia ella se torna cuesta arriba. demasiadas esperanzas para algo tan frágil. hay que ir avanzando con los cinco sentidos puestos en la vereda, bajo los pies y en el mismo cuerpo que la recorre.
y tanto esfuerzo para que luego, de vez en cuando, oigas voces que te expliquen que, en el fondo, esa felicidad que persigues no está en un punto oscuro de la lejanía, que está en "el caminar", que te la labras con tus pasos, si los das de acuerdo a tus instintos y siempre que los tuyos ayuden a otros a recorrer el mismo tramo.
pero ello no hace más que facilitar incluso más la tarea, la vuelve cotidiana y natural.
está al alcance de la mano. la mano de todos y cada uno de nosotros.
si parece que nos desborda es porque somos incapaces de ver con distancia lo que nos ocurre ahora mismo, en este exacto lugar y ello ocurre porque nuestra ansiada felicidad está recubierta de mentiras y ropajes de neón.
soñamos con un éxtasis de felicidad con forma de anuncio, con mayúsculas, oros, orgasmos y postergaciones que la van aumentando de tamaño, sin darnos la tregua necesaria para descubrir que la felicidad, como todo lo auténtico, es humilde.
hay felicidad en el trabajo bien hecho, un poco también en la recepción de ese trabajo, como en un libro, un plato, una película o una conferencia atendida; hay felicidad en el compartir momentos con otros, en ese darse en que consiste una buena conversación, una sonrisa, una carta o una mano con la compra; existe felicidad en la generosidad sin interés premeditado como ocurre en el amor, la amistad o las acciones sociales; existe felicidad, pues, en cada posible momento del día en que nos esforzamos por volver a ser nuestros más puros yo.
sin ropajes, sin pretensiones ni miedos.
andamos el camino.
andamos con la felicidad y esta se nos hace ausente, sin dejar de estar con nosotros
porque estamos en calma,
simplemente andamos,
unos con otros. lo más natural del mundo.
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