cuando el día aún continúa,
y me siento ir,
he aprendido a desalojarme;
y, si pudiera vivir a oscuras,
pondría la misma música,
a Bach,
y me quedaría conmigo,
dos instantes,
cuatro minutos,
y todo sería sólo allí, fuera de mí,
con esos celos que me transportan lejos:
hacia mí,
obliterándome,
a través de mí,
como cuando es de noche,
y sólo querría querer dormir,
y cierro los ojos,
velando,
descubro el placer
que siempre estuvo al alcance de la mano,
natural,
con esa apariencia de cotidianeidad,
como todos los más baratos que aún me quedan,
que voy a descubrir.
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