19 noviembre 2010

ocupar la soledad

No nos gusta la soledad. Esa soledad que se elabora deconstruyendo cualquier proyecto que nos hace humanos: ya sean las relaciones con otros, ya sea el trabajo, ya sea el ocio.
Nuestros espacios mentales deben ser ocupados. Ya dije, no nos gusta la soledad.

Por eso, cuando carecemos de reales contenidos, inventamos con la imaginación proyectos o sentimientos que nos mantienen unidos al mundo. Nos decimos querer a alguien, nos procuramos preocupar por otra persona, nos obligamos a emprender un futuro resultado.

Sin embargo, cuando estos vacíos se llenan factualmente, con verdaderas relaciones e intereses fecundos que no tienen otro modo de explicitarse que este pobre que ahora empleo, podemos ver claramente todos esos fantasmas con los que antes nos plagamos.

Y esperamos no tener que volver a soñar. Y soñamos con poder mantener nuestra soledad siempre así de bien acompañada. Tan frágil que es ella, no nos atrevemos ni a desear, no vaya a ser que los fantasmas nos oigan.

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