02 febrero 2013

postmemorias: capítulo I

un día, día en que ya no sea yo, el pensamiento circular será una noción extraña a mi vocabulario, no sabré en que consiste extraer todo significado, sentido o lógica de la raíz original que me llevó a considerar algo, un problema; preferiré el no mirar, el no saber, el dejar de lado la posible verdad pues habré dejado de creer que existe, que se da, más bien, ella habrá dejado de tener fe en la razón; ese día, o quizá al siguiente (he perdido un poco la noción del tiempo en su historia) yo-ella aprenderá a no discutir ni enojarse por asuntos ridículos, a verdaderamente atomizarse, y reconocerse u olvidarse en un segundo más allá, cuando ya todo lo habrá olvidado y sólo quedará la tranquila sensación de que nada pasó, que esos eran otros tiempos, otra Irene, otra persona imbuida en lo perecedero, en lo más caduco de todo: la subjetividad amorfa de la auto-conciencia delirante, siempre en la cuerda floja; y un día, el día con mayúsculas, ese día de total revelación, bueno, parcial como siempre, paradójicamente parcial por absolutamente cierta, esa chica, o ya quizá otra, aprenderá a bailar, con todos, como todos, como muchos, inconscientes que sienten que no existe el presente, que no existió el pasado, que sólo queda un futuro abierto eternamente, brillante, pues nunca pasa nada, más que el tiempo, el tiempo inmisericorde, y dadivoso: la maravilla del dejarse ser en el presente futuro de alguien que no sabe quién fui yo.
 

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