cuando algo me gusta, me gusta de verdad, al completo, para siempre casi.
de modo que retomo a mi amada lispector. esta vez no para hablar de su maravillosa inteligencia emocional, su fluido discurso inimitable o el modo en que me inspira con más líneas que ningún otro autor nunca ha hecho, sino para pensar en su persona.
clarice me recuerda en varios aspectos a un par o tres de mis más preciadas amigas. ella, como éstas y otras mujeres dignas de toda admiración, tienen una intuición valiente. son perceptivas por el simple hecho de que se atreven a ver lo que está delante de sus ojos. pero más allá de ello, juzgan las acciones del prójimo de acuerdo a un nivel extremadamente alto de ética.
elevan el parámetro del bien actuar ajeno, no se dejan escudar en "quizás" o excepciones del sisemás. saben perfectamente que sus valoraciones son subjetivas, contingentes a sus circunstancias espacio-temporales, pero saben también que vivir consiste en eso, en la lucha, al menos personal, honesta y comprometida por mejorar aquello que, aunque mínimo, nos daña de manera salvaje.
puede que no estemos siempre de acuerdo con sus opiniones. de hecho, eso las hace incluso más poderosas. pero en la manera en la que viven, con la actitud de su defensa intelectual y sentimental, nos enseñan, simplemente, qué es vivir de verdad.
y eso es difícil no sólo de agradecer, sino también de igualar.
1 comentario:
Me gusta! Hay que vivir así, con la cara bien puesta, las deciciones claras y con humildad (lo que jamás quiere decir sometimiemto). Abrazos Irene, todavía espero que me cuentes cómo te va. ¿empezaste con algo de Eagleton?
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