23 enero 2012

De una manera discreta, indetermiada-o quizá simplemente inexplicable-ya un día escribí mi destino. Yo, claro, entonces no fui consciente de ello. Como tampoco lo sería en cada uno de los momentos en que, años después, seguiría marcando mi futuro con pistas esparcidas aquí y allá. Pistas que, hoy, cuando las descubro, me sorprenden de mi perspicacia infantil. Aunque claro, haber sabido de este poder mío aquel entonces habría transformado la magia cotidiana en esoterismo y altivez. En cualquier caso, hoy, me tranquiliza. Ya no necesito correr. Infiero lo que viene. Lo dejo llegar y, tranquila, espero mi sentencia, su embestida, esa muerte.

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