03 diciembre 2009

las palabras que no dicen nada

uno de mis placeres más secretos, o bueno, menos ya, digamos pues, oscuros es estar bajo la ducha caliente. permanecer allí, olvidando que pasa el tiempo, hasta que la piel se me pone de un rojo antiecológico. lo más maravilloso no es la relajación que ese momento me da y me produce sino que, sin darme cuenta, mi cabeza empieza a merodear por extrañas ideas, del mismo modo que ocurre justo cuando uno está a punto de dormirse, sólo que en este momento menos onírico, los pensamientos siguen un camino libre, pero más ordenado, increíblemente lúcido. el problema es que a veces sólo lo percibo en ese estado seudo inconsciente y, para cuando estoy lista y podría retomarlos o ponerlos por escrito, la racionalidad me ha tomado tan fuertemente que todos ellos se han desvanecido en su reordenación lógica.
sin embargo, de vez en cuando se produce el milagro y algo queda de los restos del viaje.
hoy he tenido esa suerte.

el caso es que llevo unos días pensando en las palabras. en el miedo que a veces tenemos a usarlas y cómo acabamos, debido a ese miedo, transformándolas, vaciándolas o convirtiéndolas en tabú.
varios casos insulsos pero ejemplares se me vienen, así, de pronto, a la mente.
palabras como "majo" o "nice" son empleadas en muchas ocasiones para referir a algo más que no se desea o que uno no se atreve, o no sabe definir. resulta mucho más sencillo no comprometerse con uno mismo, con posibles cambios de opinión o con ciertas tomas de posición que arriesgarse a tener que argumentar la descripción precisa otorgada. si al conocer a alguien lo calificamos de "idiota" no sólo lo criticamos, sino que también revelamos cuales son nuestros ideales en una persona, que esperamos de ella, cómo nos percibimos a nosotros mismos, así como sugerimos qué tipo de actitud tomaremos con respecto a ese alguien. en cambio, "majo" o "nice", abusadas en su empleo, vienen a significar para el que las escucha lo mismo que nada. no aclaran cómo es la otra persona; dicen incluso más acerca del grado de confianza entre quienes están describiendo que sobre la tercera persona calificada. indican una incapacidad de evaluación, que no es mal menor, una inhabilidad para el juicio crítico y una educación tan artificial como una propiedad de apariencia. el problema es que la línea que separa la amabilidad adecuada de la anestesia mental es delgada, muy delgada.

y el problema es aún mayor cuando esa anestesia impide el diálogo crítico productivo. me explicaré. supongamos que estamos hablando de una cuestión religiosa y uno pronuncia la palabra "mito" para referir a una de estas narraciones acerca de apariciones de santidades o vírgenes. la otra persona, sintiéndose molesta, le advierte a la primera que quizá deseara emplear "leyenda" por cuanto ésta no establece un juicio acerca de la veracidad de los eventos históricos actuales. la persona aludida, asiente, consiente y calla. sin embargo, no está de acuerdo. en su foro interno sabe que empleó la palabra "mito" conscientemente para subrayar el carácter artificial y ficticio de todo el relato. se arrepiente asimismo de no haber luchado por esta aclaración. ella tenía un contenido político. la mera palabra implicaba una posición y hacía una serie de aseveraciones que debería haberse atrevido a discutir.

basten estos dos ejemplos para señalar que, en realidad, el problema base que, al menos yo veo, en este disfraz de la palabra, de algunas palabras que cada día nos vemos más forzados a usar y que usamos con más deleite porque nos permiten no discutir, no pensar y no descubrir divergencias que podrían ser dolorosas, que nos podrían demostrar, también, nuestro error, no es tanto que nos alienan cuanto que con esa alienación nos imponen un doblegamiento incluso más violento que el que las palabras perdidas, las cargadas, hubieran establecido.

llamar a alguien "idiota" o calificar un cuento de "mito", puede ser agresivo, puede insultar pero lo hacen a la cara y con sinceridad ¿no es, cuando menos, igual de violento que imponer el silencio a través de la cortesía de una sonrisa vacía? de cualquier modo es mucho menos peligroso pues estas nuevas palabras que callan, nos silencian pero vienen cargadas.

3 comentarios:

lamedusaqueratinica dijo...

Me encanta la entrada eneri, llevo pensando en algo parecido bastante tiempo, creo que en la sociedad de lo políticamente correcto hemos llegado a un momento en el que no podemos expresar nada que no esté aprovado por la mayoría si no queremos ser acusados (generalmente) de intolerantes. La ironía está en que no admitimos que las personas puedan tener pensamientos propios y válidos aunque diferentes por lo que usamos palabras neutrales para no destacar y adormecemos nuestros cerebros para poder soportarlo. Sobrevivimos a base de demagogia y así nos va.

lamedusaqueratinica dijo...

y he puesto aprobar con v, mil disculpas

Irene Domingo dijo...

estoy totalmente de acuerdo maria!

ayer un amigo me dijo q existe un libro de zizek q concluye diciendo lo mismo. supongo q no inventamos nada, pero no esta mal decirlo de nuevo. lo de la misma metafora de borges y eso, no?

no te preocupes por la b, loca! yo me confundo todo el rato! a saber la de erratas q tiene el blog, pfff