16 julio 2011

La frontera de la locura.

¿Dónde estará?
Porque existir, existe. Si no, no se daría ni siquiera la cordura.
Pero últimamente me parece que se trata de un fenómeno o, más bien, de un accesorio, de lo más subjetivo y personalizado.

Comerse un insecto, probar un menage a trois, crear las propias reglas de legitimidad o divulgar la palabra del señor en una para de metro son sólo uno de los miles de ejemplos con los que me he encontrado en estos últimos días.
Cada uno de los individuos protagonistas de las historias que mis epígrafes esconden creían que su comportamiento respetaba todas las reglas de la lógica y la cotidianidad.
Para mí, sin embargo, realizar lo que ellos habían hecho o se disponían a hacer hubiera supuesto enfrentarme con una extraña sensación de no ser yo misma. Me habría tenido que forzar a salir de lo acostumbrado para entrar en lo disparatado, casi inimaginable, incluso improbable hasta que los oí a ellos.

Esperaba el metro en San Luis. Un hombre de unos cuarenta y cinco años, afroamericano, de mirada simpática aunque un tanto errante, el revisor, se me acerca y con cordialidad me pregunta si me puede hacer una pregunta. Redundancia. Por supuesto.
Que si creo en la vida después de la muerte, dice.
Ante mi medio sonrisa y cara de estupefacción comienza a explicarme las grandezas de "el Señor".
Me siento obligada a serle sincera y dejar de sonreir irónica. Logro lo primero y le explico que no creo en nada.
Él es quien no me cree a mí. Eso es imposible, sentencia.
Bueno, concedo, de creer, creo en la ciencia.
Entonces es él quien se ríe.
Él.
En la ciencia. No atina con las palabras y repite que la ciencia no explica nada, que Dios es la explicación.
Me río. No con maldad. Las situaciones absurdas me dan risa.
Paternal, me concede el don de la duda: que reflexione. Sonríe y me deja escapar.
Repite: que lo considere, que considere a Dios.
Y se marcha caminando como camina cada día. Un paso después de otro, dentro del metro en el que trabaja.

Me pregunto si la línea entre la locura y la cordura variará por países.
Si seré yo la loca aquí.

No hay comentarios: