Me gustan los documentales.
Quizá en una manera pedante, quizá no, pero el caso es que los disfruto a veces muchísimo más que una película de ficción. Mientras no sean de animales, eso sí.
Recientemente he visto dos que han dejado una marca en mí: An emotional Life y Examined Life. No dejo de recordar ideas mencionadas en ellos e incuso creo que han logrado que me replantee ligeramente mi modo de vivir.
El primero de ellos curiosamente se halla muy relacionado con aquello que escribí acerca de las relaciones unos días atrás. Simplemente reafirma, basándose en estudios científico-sicológicos, la importancia de las relaciones humanas, de su cuidado para un apto desarrollo personal, porque, como bien dice el documental, we are wired to connect.
No deja de sorprenderme, no obstante, que nuestra familia, nuestros amigos y parejas sean un punto tan crucial en nuestras vidas. De un modo u otro, siempre giramos en torno a ellos y si no lo hacemos así, es que algo no funciona bien en nosotros. Y, aun a pesar de ello, trabajamos relativamente poco en perfeccionar ese tipo de inteligencia que, no cabe duda, es la crucial para nuestra felicidad.
El segundo se trata de un documental un poco más denso. Entrevistas de diez minutos con diferentes filósofos contemporáneos nos dan una sintética visión de cuales son las incógnitas que preocupan al hombre del siglo XXI, al menos al hombre que se dedica a pensar metafísicamente y sabe que no todo murió con Aristóteles.
Básicamente las cuestiones a resolver se centran, según las mentes monologantes, en la ética, nuestro compromiso con la sociedad que ya ha tomado un cuerpo y cómo todo ello dota del significado que siempre se había estado buscando para la vida.
Me parece revelador. Simple, conciso y a la vez complejo. ¿Cómo no va a serlo el descubrir y llevar a cabo una ética personal, subjetiva pero a la vez socialmente comprometida, siempre en la cuerda de la ansiedad, sabiendo siempre que de ello depende vivir una vida plena y superior, una vida llena de sentido no sólo para nosotros sino para todo aquel con el que estamos creando y compartiendo nuestro amor, creando así, y sólo así, un mundo mejor pero, a la vez, no sabiendo nunca si lo que hacemos es correcto, si tiene sentido, si estamos en el camino de lo cierto, y aceptando esto como la mayor de las revelaciones: nuestra generosa intención?
Confusamente revelador, nomás.