Mi correo, debo precisar, era el segundo enviado después de un tiempo sin tener noticias. Un poco molesta pero no muy agria, así se lo hacía saber. Consecuencia: la respuesta no se hizo esperar.
Mi amiga, que probablemente no vaya a leer esto, me contaba de su vida, larga pero sintéticamente, y concluía con una pregunta general acerca de mis "nuevas", de mi estado y ocupaciones recientes. Agregaba, muy afectuosa, que me quería muchísimo y esperaba verme pronto.
Después de leerla, agradecida por su cariño, me quedé dudando de si había leído mis mensajes, si había asimilado mi información. Si hubiera sido así, tanta cuestión general habría estado de más. De no ser así, la comunicación se convertía en un mero trámite durante el tiempo de mi ausencia. Un relleno en el espacio. Y yo me quedaba, a un lado, durante su transcurso, más desolada que sin misiva.
Quizá no tuenga que elegir estoy pensando ahora. Quizá cada uno expresa su afecto del mejor modo que pueden. Unos dan, otros toman, otros intercambian y todos simplemente debemos aprender a movernos en esta variedad.
Y luego, eso sí, aprender a elegir de qué modo nos gusta comunicar.
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