22 agosto 2010

the rose.

someone gives you a rose.
you keep the rose
till it dries.

you put the rose in a place
so you can see it everyday
it talks to you about a feeling
and so it stays.

months go by
but you still have the rose.
till one day when you realize:
like the rose,
that past is no longer alive.

you toss the rose out .

the memories that will survive,
won't need of a body.
anything with a feeling
needs to be here, right now and
like any rose,
full of life.


18 agosto 2010

¿podemos querer lo que debemos comer?

¿cómo funciona el gusto?

todos tenemos, sin duda, algunos alimentos-y quien dice "alimento" podría decir miles de elementos entre los que se nos ha ofrecido elegir- que somos incapaces de comer. ya sea por su olor, por su aspecto, su textura, sabor o por los recuerdos e impresiones que nos traen a la mente, el caso es que no podemos masticarlos sin sentir un tremendo asco, acompañado, a veces incluso, por piel de gallina.
hay gente que sostiene que estas tendencias no son más que manías, fobias sin ningún fundamento y que uno debe ser más fuerte que su voluble, injustificado e irracional deseo pero,
¿es esto posible? de ser así, ¿sería el cambio inverso igualmente fácil, o sea, podríamos empezar a a aborrecer por mera fuerza de voluntad aquellos productos que se nos indicaran como dañinos, por ejemplo? ¿o es, por el contrario, el ideal poder saborear y disfrutar medianamente de todo aquello que se ha decidido a lo largo de los siglos como beneficioso y comestible? en suma, mi pregunta es: ¿podemos enseñarnos a querer lo que se nos dice que es saludable, somos dueños y en cierto modo artistas de nuestras idiosincrasias, o no tenemos control en absoluto sobre nuestra apreciación, y ningún esfuerzo podrá nunca ayudarnos a encauzar esos oscuros impulsos que nos dirigen, a cada uno de un modo dispar, más o menos afortunadamente dependiendo de nuestra suerte, hacia nuestras querencias?

probablemente la respuesta no tenga por qué optar por una u otra opción.
seguramente podemos siempre hacer un esfuerzo por, sin tener que renunciar a nuestras fobias y no obligándonos a probar aquellos productos que nos causan repelús, aprender a apreciar lo que nos da vida. no es ni siquiera un esfuerzo, sino simplemente una reorientación en el foco de la visión para poder encontrar entre lo ya agradable, esos alimentos que sabemos que nos fortalecen y hacen crecer. mientras tanto, deberemos hacemos un intento, aún más fuerte si cabe, por evitar aquello que sólo nos perjudica, todo lo que, tras probado y a pesar de la tentación que irradie, sabemos que no nos sienta bien.
debemos recordar en estas ocasiones a Eva o a Blancanieves. como buenas mujeres, o modélicas al menos en algún sentido, aprendieron del error. y nosotros debemos emular a tan sabias predecesoras. así pues, aunque la manzana sea muy apetecible, si ella nos hace perder el paradisiaco vergel y nos sume en un sueño eterno de ficción, mejor buscar algo menos letal alrededor.
el problema es que sólo el tiempo y una indigestión, nos enseña la lección.










15 agosto 2010

unos dos años


El año pasado ya lo hice.






Una mirada retrospectiva para hacer un balance de estos últimos dos años.

Dos años ya, dos en los Estados Unidos.
¿Algún cambio más a parte de la localización?
Imagino.
Eso es lo que trato de investigar.
Supuestamente todos estamos siempre en un continuo variar. Somos como un río, eso decía un tal griego.
La cuestión será pues, ¿de qué manera nos afectan las orillas que vamos decidiendo visitar, o por las que, con más o menos fortuna, acabamos pasando?

Sinceramente, no sé.
Imagino que la virtud está en no sólo extraer lo mejor de cada una de las aventuras que nos toca vivir; y en aprender lo máximo de todas las decisiones que tomamos; sino también en saber ver que el resultado de todas ellas es la más feliz de las coincidencias pues, simplemente, nos hace quienes somos a día de hoy en el lugar en el que estamos.

¿Será una filosofía de vida un poco resignada? No creo, quizá más bien un tanto orgullosa, pero es lo mínimo que nos podemos ofrecer a nosotros mismos: un poco de vanidad ante todo lo que trata de derrumbarnos.

En cualquier caso, y de manera más objetiva y circunstancial, sí quisiera hacer un breve repaso estrictamente biográfico a estos dos años y todo lo que me han traído.
Independencia, sin lugar a dudas, lo primero y fundamental; una independencia de la que nace el conocimiento, y de él, mi cada vez más abarcadora verdad.
Un tanto de autoconocimiento, por muy errático y aún embriónico que sea, me voy descubriendo o, al menos, voy eliminando todos los mitos de la que soy para los ojos de quienes me conocieron desde la infancia, que no es poco.
El placer y agradecimiento por lo que un día decidí hacer con mi vida: la lectura, la escritura y los idiomas. Sólo ahora caigo en su similitud: las palabras, es decir, la comunicación con otros (nos entendamos más o menos, al menos lo intentamos, que es lo que prueba nuestra valía y humanidad), pues ésta es la base de la supervivencia.
Una capacidad para juzgar, es decir, para discernir quienes son mis amigos y quienes no. Y así, lo más importante, muchos amigos, buenos, cada vez mejores. Inapreciables. Las joyas de mi vida, sin duda. No soy sin ellos. Simplemente, no valdría la pena vivir.

No está nada mal para dos años.

Con ellos, también muchas chapas de cerveza, muchas equivocaciones, anécdotas, fotos y tonterías también. Pero eso queda para quienes me acompañaron y siguen conmigo pues es con ellos con quien más me gusta compartir palabras, sólo mirando adelante.



This is what I am.

No I know I will never be like somebody else.

I used to tell myself: ok Irene, from now on, in order to improve, try and be like this person. Try to behave merrier, less thoughtful, more organized, try and relax, be more sensible.

But now I know myself good enough.

And I know practice does not make anyone perfect.

Or it is just that I know myself too good by now.

14 agosto 2010

perdonen que me ponga antiromántica

todas somos regentas.
la cabeza llena de novelas rosas.

aunque diferentes, todas- inconscientes- nos contamos una historia de príncipes azules, sapos, amores a primera vista, eteceteras. la historia de un futuro que está, de este modo, predeterminado por todas las narrativas que hemos leído desde que la seudo Eva peluda tenía uso de razón.
y el problema no es el cuento en sí, el cuento tiene su magia, tiene hasta cierto punto su gracia y originalidad. no, el problema reside en cómo esas palabras de todas esas historias leías o escuchadas resuenan en nuestra cabeza constantemente, para cada una, con su versión adecuadamente personalizada, y nos impiden darnos cuenta del desventurado presente.

la aventura siempre se halla en un más allá; en el otro mundo del futuro, de la imaginación, de la proyección. porque realmente, cuando lo real se da, no es nunca rosa, por muy mágico que sea, no es nunca como en las novelas con que nos envolvemos y crecemos.
por eso mismo somos todas regentas: ficciones de mujeres, al albur de cualquier cuentista que desee mantenernos en la eterna espera infeliz, siempre pasivas, siempre felices en la imaginación del dolor que es parte de la aventura, nunca capaces de improvisar, sentir, crear, probar más allá de lo establecido y conocido.
porque también todos los demás son donjuanes.
perdón, donjuanitos.
o peor aún, magistrales.

o todo esto, pero hasta cierto punto.

o qué se le va a hacer. eso es lo que tenemos. lo que hay.

y perdonen que me ponga antiromántica.



11 agosto 2010

esos ratos de reflexión, si los hay.

eficiencia.
nos pasamos el día haciendo cosas. pero ojo, cosas útiles.
no se puede malgastar un minuto. qué digo, un segundo.
corriendo de un lado a otro. tarea tras tarea. recado tras recado.
hasta los momentos de ocio se convierten en pura pragmática: sirven para el posterior momento de trabajo.
no hay energía que desperdiciar.
siempre haciendo.
sin parar.

tan es así que incluso a veces, cuando uno se sumerge en una conversación acerca de sus problemas, o problemas en general, ya no sabe ni qué opinar.
no se tiene la mente clara, no se tienen las ideas en orden.
y no digo que lo uno ocurra a causa de nuestro agotamiento físico-laboral, que podría ser; lo que creo más bien es que ya no reservamos ni un minuto a pensar.

pocos, por no decir ningún rato se da uno al puro reflexionar.
¿en qué consiste eso?
pues bien,
uno se tumba en la cama (aunque también sirve el sentarse en un sofá, mirar abstraídamente por la ventana estando de pie o caminar sin rumbo decidido),
y comienza a intencionadamente analizar esas ideas que distraídamente, durante el día, han estado alejándolo de sus tareas.
no sirve con dejarse llevar por ellas y, de manera imperceptible, acabar vagabundeando sobre otros asuntos,
no vale tampoco concluir derrotado diciéndose que es todo muy relativo, que se carece de la solución o que ya se hará lo que se pueda.
no, con un poco de esfuerzo, uno debe re-orientar sin cesar esos pensamientos y organizarlos de tal modo que le lleven a una respuesta medianamente clara, es decir, satisfactoria.

solemos creer que este tipo de ejercicio es pueril, accesorio, hedonista, simplemente porque no obtenemos de él frutos visibles y cuantificables, pero en realidad es quizá el mayor de los trabajos, cuando no la más aterradora de las tareas.
y es que se requiere valentía para mirar a la verdad que hay en uno.
se precisa de paciencia, de coraje y de sangre fría para analizar lo que nos rodea, subjetivizarlo y, aún así, continuar con la labor comenzada con el mismo pulso, la misma resistencia y un ojo más atinado. todo ello es preciso para lograr valorar con mesura, juzgar desde la distancia media, tomar decisiones que tendrán consecuencias, saberse responsable, aceptar sólo hasta un punto y tolerar sólo lo racionalmente analizado como aceptable.

siempre podemos, por supuesto, continuar viviendo sin analizar nuestra vida. nadie muere de ello, como está visto.
sin embargo, no me cabe duda de ello, el nivel de vida se ve afectado.
sin ratos tumbados en la cama, sin esos momentos de duro trabajo y valentía, seremos puros robots, mecánicos aliens unos para otros. o sea, nada.

07 agosto 2010

Sólo de lo bueno

No, no, no. Me niego.
¿Quién dijo que necesitamos de lo malo para apreciar lo bueno?
Mentía. Mentirosos hay en todos los rincones.
Yo quiero vivir en un lugar donde sólo lo maravilloso me toque.
Quiero leer sólo esos libros inteligentes, iluminadores, fáciles a la calmada indefinida lectura y re-lectura.
Y quiero rodearme sólo de amigos con los que la conversación es casi una conversación con uno mismo, llamativos, calmados, enérgicos, excitantes, sólo mi gente.
Pero no, alguien olvidó cerrar la puerta a la mediocridad y aquí estamos, rodeados de páginas pretenciosas, de páginas con letras que no dicen nada, miles de páginas llenas de tópicos como miles de personas que sólo repiten, como ranas, cientos de personas que te ofrecen el teatro de la abulia, que te minan, te socavan, te dejan exhausto, sin luz, sin origen, con su grisura, te borran.
Realmente no necesitamos agugeros negros. Lo bueno, lo bello, brilla en soledad.
Y del mismo modo, es amenazado por aquellos.