todos tenemos, sin duda, algunos alimentos-y quien dice "alimento" podría decir miles de elementos entre los que se nos ha ofrecido elegir- que somos incapaces de comer. ya sea por su olor, por su aspecto, su textura, sabor o por los recuerdos e impresiones que nos traen a la mente, el caso es que no podemos masticarlos sin sentir un tremendo asco, acompañado, a veces incluso, por piel de gallina.
hay gente que sostiene que estas tendencias no son más que manías, fobias sin ningún fundamento y que uno debe ser más fuerte que su voluble, injustificado e irracional deseo pero,
¿es esto posible? de ser así, ¿sería el cambio inverso igualmente fácil, o sea, podríamos empezar a a aborrecer por mera fuerza de voluntad aquellos productos que se nos indicaran como dañinos, por ejemplo? ¿o es, por el contrario, el ideal poder saborear y disfrutar medianamente de todo aquello que se ha decidido a lo largo de los siglos como beneficioso y comestible? en suma, mi pregunta es: ¿podemos enseñarnos a querer lo que se nos dice que es saludable, somos dueños y en cierto modo artistas de nuestras idiosincrasias, o no tenemos control en absoluto sobre nuestra apreciación, y ningún esfuerzo podrá nunca ayudarnos a encauzar esos oscuros impulsos que nos dirigen, a cada uno de un modo dispar, más o menos afortunadamente dependiendo de nuestra suerte, hacia nuestras querencias?
probablemente la respuesta no tenga por qué optar por una u otra opción.
seguramente podemos siempre hacer un esfuerzo por, sin tener que renunciar a nuestras fobias y no obligándonos a probar aquellos productos que nos causan repelús, aprender a apreciar lo que nos da vida. no es ni siquiera un esfuerzo, sino simplemente una reorientación en el foco de la visión para poder encontrar entre lo ya agradable, esos alimentos que sabemos que nos fortalecen y hacen crecer. mientras tanto, deberemos hacemos un intento, aún más fuerte si cabe, por evitar aquello que sólo nos perjudica, todo lo que, tras probado y a pesar de la tentación que irradie, sabemos que no nos sienta bien.
debemos recordar en estas ocasiones a Eva o a Blancanieves. como buenas mujeres, o modélicas al menos en algún sentido, aprendieron del error. y nosotros debemos emular a tan sabias predecesoras. así pues, aunque la manzana sea muy apetecible, si ella nos hace perder el paradisiaco vergel y nos sume en un sueño eterno de ficción, mejor buscar algo menos letal alrededor.
el problema es que sólo el tiempo y una indigestión, nos enseña la lección.
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