¿y si me pudiera dispersar? como un asteroide, volar, sentirme fugaz, ínfima y molecular,
estar aquí y allá, contigo y con él, y con los de más allá,
esparcir el amor que siento por todos, concentrado en el íntimo vientre de mi ser,
darlo, así, peligroso, a punto de explotar,
y, sí, arder, arder a fuego rápido, que es la única manera de existir,
veloz,
como siempre, a cien por hora,
contigo,
y con todos;
pero la vida es injusta, sí, oh, qué injusta,
a cada uno nos da un poco,
y, te explico: lo reparte
como le da la gana
sin orden ni concierto,
sin justicia,
no la esperes, no vendrá,
ni ella,
ni probablemente yo,
al menos, en el tiempo indicado,
claro que, siempre puedes esperar,
pero quizá para entonces yo ya haya pasado,
o tú aún no hayas llegado,
o quizá ya te hayas ido,
qué injusto el tiempo,
dicen que se dilata, y que no es linear,
pues mira tú a mí ¿qué más me da?:
en todos mis presentes nunca alcanzo a los demás,
sólo puedo estar aquí, y decir esto,
o mañana aquello,
sin poder más;
con eso hemos de sobrevivir, o vivir, o supervivivir
o infravivir,
de eso también se encarga la vida:
se nos da y luego ya,
que cada uno haga con ella lo que pueda;
si a veces parece difícil hacer nada
es porque no somos asteroides,
realidades en el límite de lo mágico,
tendremos pues que jugar con lo que se nos dió,
maravilla e impaciencia,
ya quiero ser otro
o simplemente estar allá,
siempre en el futuro,
pues de él aún no puedo hablar.
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